Le Grandi Meretrici de Eduardo C. Grimaldi
El empujón se lo ha llevado el rumano; por caradura, por cansino. Paco no lo soportaba. Todos los días, uno tras otro tenía que escuchar la misma frase: “que Dios le bendiga, señor, estoy sin trabajo (para después escuchar inmediatamente) arriba señor, el dinero arriba”. Si por lo menos hubiera tenido un timbre de voz aterciopelado, femenino y agradable como el de “su tabaco, gracias”…
Paco era paciente pero no gilipollas. Sabía, porque lo hacía todos los días, que el dinero para retirar el coche del aparcamiento había que introducirlo en la ranura superior del cajero expendedor de los tickets y recoger la devolución en el cajetín inferior. Lo sabía pero se lo recordaban todos los días. Y tenía que escuchar a la fuerza, sin apetecerle siquiera, al rumano de turno con zapatillas Nike, chaqueta de Caramelo y anillos de oro hasta en el pene –eso se lo imaginaba- decirle con voz de cordero degollado qué tenía que hacer. Él se preguntaba porqué no buscaba trabajo, porqué no dejaba de prostituir a sus dos hijas –sí, Paco sabía que las prostituía- y porqué no se iba con su cepillo-lata abierta a recolectar calderilla a otro lugar, al infierno mismo.
Pero ayer lo hizo. Paco ayer le echó cojones. En el momento en que el rumano dijo “arriba señor, el dinero arriba” Paco se dio media vuelta, se fijó en la lata que sostenía y sin mediar palabra introdujo los dedos en la misma y cogió las monedas suficientes para pagar el parking de ese día no sin antes preguntarle irónicamente al rumano que dónde debía introducir las monedas. El rumano perplejo se enfadó y le requirió las monedas que había cogido pero Paco volvió a insistir y como no obtuvo respuesta accedió a la devolución de los setenta y cinco céntimos que había conseguido coger no sin antes retirarse medio metro del rumano para soltar el maletín que llevaba y propinarle tal empujón que lo sentó sobre el primer escalón del acceso al parking. “¿Dónde había que introducir las monedas?” le preguntaba ahora Paco. El rumano se levantó y como si estuviese robotizado le volvió a señalar la ranura donde debía echar el dinero. Paco entonces se acercó precavido y le dijo: “ven Andrei o como pollas te llames, ven, ven y escucha: esta noche, después de que me señales donde tengo que echar el dinero otra vez, me voy a ir a buscar a tus dos hijas, -que sé donde alternan- y me las voy a follar gratis; primero una y después otra, ¿te has enterado, cansino? Así que si tienes valor, mañana estás aquí otra vez y me tarareas la canción del “arriba, señor, arriba”.