El paso salió reluciente. Cirios encendidos. El verbo mecer recobraba el sentido de nuevo, ahora, en Semana Santa. Bamboleo. No sólo se mecían las cunas de los niños llorones. Velas encendidas y cierta brisa primaveral. Sí, este escrito acaba como ya habéis imaginado. Ya, ya sé que acaba en vuestra imaginación. Cirios encendidos y brisa primaveral. Así como ardió Roma ardió la Virgen de la Llama en la Calle Cerón de aquella capital de provincia donde las mantillas habían dejado de rezar el rosario en procesión y llevaban siempre y ahora una mano en el coño para aparentar que hacían algo. Contar. No sé qué contaban, si los gritos de lamento o algo más procaz que me da vergüenza dejar por escrito.